Pensamientos

La brecha social: el verdadero obstáculo al crecimiento

Decir a estas alturas que nuestro país tiene el dudoso “honor” de ser aquél en el que más ha crecido la desigualdad en Europa durante la crisis, es una obviedad de todos sabida. En España hoy por hoy, el beneficio de la recesión económica de los últimos siete años se ha traducido en que los ricos son más ricos y los pobres lo son mucho más. Sin embargo, detrás de esta certeza se esconde una verdad que la sabiduría de nuestra tierra ha sabido hacernos llegar hasta hoy: bien saben quienes labran la tierra que la explotación de la misma no ha de traer más que la desertización y años de miseria. Por eso el afán de cosecha, o de riqueza inmediata no nubló nunca la mente de un buen labriego, respetando en todo momento los ciclos naturales de las tierras. Algo así le está pasando a nuestro país: la explotación de la fuerza laboral no cesa de producir desigualdad y altas tasas de pobreza, incluso entre los trabajadores. La desigualdad en la distribución de rentas, entre el 20% de la población de mayor renta y el 20% de menor renta, ha aumentado en España de 5,3 veces en 2007 hasta 6,8 veces. España, en 2007, tenía el déficit externo corriente más elevado del área euro (-10% del PIB), logrando reducirlo, pero con la diferencia de que en Italia, Grecia y Portugal, haciendo un esfuerzo similar, han logrado además reducir su desigualdad.

Si nos fijamos bien, los síntomas están ahí: la emigración de los jóvenes más cualificados y aquellos más brillantes es una evidencia de que el mercado laboral y la sociedad española no pueden retener el talento. Incluso en estos momentos hay otros países que hacen alarde de retener a nuestros mejores jóvenes. Siguiendo además a la OCDE, una desigualdad creciente reduce, a medio plazo, el crecimiento económico y a largo plazo aumenta la inestabilidad social y política. Por el contrario, una mayor igualdad ayuda al crecimiento.

Si entramos a analizar, las causas del crecimiento de la desigualdad son numerosas y en cierto punto hasta complejas, pues como los factores que condicionan el riesgo de exclusión social, entroncan con las múltiples realidades presentes en estos momentos en nuestra sociedad. Aunque a nadie se le escapa que la vuelta de tuerca dada en nuestro país a la normativa laboral vía “Reforma Laboral” está en la base de todas las conductas empresariales que buscan sacar beneficio de la “cuasi-extorsión” de la realidad de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país. Es curioso como buceando en las doctrinas más actuales de las “Escuelas de Empresas” encontramos ciertas contradicciones con esta realidad. Porque sí, es cierto, actualmente la doctrina empresarial más avanzada habla de empresas sostenibles como paradigma de diferenciación y de calidad empresarial. Si ahondamos un poco más descubrimos que los valores de la sostenibilidad se asocian a la integración y cohesión social de la empresa como un ente que crea valor para la sociedad y sus miembros. Incluso se habla de la sostenibilidad como una “ventaja competitiva” de las empresas. Por tanto, podemos concluir sin temor a equivocarnos, que nadie, ni desde las teorías empresariales, ni desde las laborales, en cuya defensa me sumo, defiende modelos económicos que fomenten la desigualdad como característica intrínseca del crecimiento. Entonces ¿cómo corregir este crecimiento de la desigualdad aparentemente crónico en nuestro país?

Me van a perdonar que en este punto me vuelva algo categórica, pero más allá de teorías empresariales o doctrina laboral, lo cierto es que el único factor capaz de generar un cambio drástico en un país democrático, es la política. Y en este punto el ejecutivo ha de ser enérgico fomentando y poniendo en marcha medidas que de forma proactiva detecten los focos de desigualdad y actúen de manera decidida y eficaz sobre las causas. Porque la desigualdad se camufla de mil y una maneras: desde un simple despido a una mal aplicada política de subvenciones, a un modelo fiscal que fomenta la desigualdad o hasta posibles conductas fraudulentas. Le toca al poder legislativo actuar sobre una realidad alarmante que puede dar al traste con el desarrollo de este país en un puñado de años más y no muchos. El tiempo en que el sistema educativo tarde en volverse banal ante la más que evidente falta de estímulo, motivación y oportunidades a aquellos que realmente pueden hacer uso de ellas y hacer algo grande del futuro de este país. Desde aquí solo les pido que pongan los medios, ahora que aún estamos a tiempo.