Caos

No sé por donde empezar. Ya hace días que en esta habitación nada respira, ni siquiera yo. El desorden ha ido aliándose con mi desidia y la última norma ya hace que abandonó este lugar. Desorden. Veo, oigo, siento desorden. Huelo, me alimento y sueño desorden…Debería salir de aquí.

No estoy segura pero creo que fue Rita la última persona que entró aquí. Vino mandada por Boris, que en estos momentos siempre anda atacado de los nervios y no se atreve a verme, no se atreve a enfrentar mi aspecto, el aspecto de este lugar cuando se aproxima el momento, cuando el tiempo expira y el calendario aproxima la fecha definitiva, la fecha para la que todo existe, para la que tiene sentido lo que hacemos. Pienso que la vida sería sórdida sin estos hitos en el calendario, aún así…

Adoro lo que hago. No es un trabajo, ni una ocupación, ni vocación siquiera. Es sólo caos que me invade ocasionalmente, se apodera hasta del último poro de mí y respira por mis pulmones, late mi sangre para luego producir algo, diferente a mi, diferente cada vez, diferente a todo hasta ese momento. Es un nuevo tiempo que se abre a mí desde mi misma, desde mi propio caos. Pero es difícil vivir sometida al caos. Siento que el cielo y el abismo del vacío estéril conviven en una adicción.

Esta mañana amanecí angustiada. Había desaparecido el color. Todo era gris. Orden, líneas rectas, blanco y negro. Intentaba llorar para ver si tras mis lágrimas la luz se fraccionaba y aparecía el color. El teléfono y la voz de Inka al otro lado me sacaron del sueño. Prisa, preocupación. Yo debía estar acostumbrada, ellos debían estarlo. Pero no, Inka sabe que no es normal, que nada es normal en mí. Le digo que no se preocupe que todo será como siempre, pero ella sabe que no, que nunca nada es como siempre.

Mirta al fin se atrevió a dar el paso y plantarse en mi puerta. La hago pasar pero casi no puede avanzar entre el desorden. Veo sus manos dirigirse a la mesa, levantar unas cajas del suelo, mover la lámpara…grito. Un momento de silencio en la parálisis para luego explicarme que tengo que cambiar, que tengo que salir de allí, que quizás todo es producto de mi ruptura con Iker…-Iker- …retumba un momento esa palabra en mi mente, rebusco un sentimiento al fondo…-No Mirta, Iker no tiene nada que ver con esto- Y al fin lo suelta: -No hay color, no es sólo la fecha que nos pisa, es el color…”. No era un sueño -pienso- no era un sueño…

Quizás sea cierto, quizás el fondo de mi se esté quedando vacío. Quizás ya sólo sea una superficie, leve y trasparente como las telas de esta habitación. Quizás Iker tuvo que ver y con su marcha se llevó el color de mi…quizás sea el dolor, pero ¿Quién dijo que el dolor es gris? ¿De qué color ha de ser el dolor?

-No Mirta, el dolor no tiene color- le digo mientras me mira con la expresión incierta de quien mira a una aparecida.

-Yo ya no puedo ayudarte, si no estás a punto en fecha y hora será un desastre-.

Un desastre…-¿Pero qué es un desastre Mirta?- Los ojos de Mirta siguiendo el rastro de cajas, tubos, papel, atriles, muebles, restos de comida…

Hoy me he esforzado. Intenté soñar. Hablé un ratito con Iker, quiere que volvamos a vernos. El sábado cenamos, traerá violetas. Pero eso será el sábado. Necesito el color para el viernes. Pienso en violeta, pienso en Iker. Me duermo, sueño con el mar, con la luna…Amanezco y suelto las rectas, estiro el lápiz sobre el caballete con el papel y las líneas fluyen: primero vuelan mariposas rosas, luego surgen estrellas magentas. Un instante se cruzan y todo se tiñe en violeta…Vuelvo a empezar con el juego. Ahora son caracolas doradas que se cruzan sobre el papel con amapolas…y vuelve a surgir el violeta. Al anochecer llamo a Boris: -Ahora mismo le envío a Rita los diseños- Boris no puede reprimir la pregunta, aunque le interrumpo: Violeta, Boris, este año la colección será violeta.